julio 16, 2010

Vicky Pélaez, Ana Montes, Althusser, el espionaje y La Matraca Canalla 1 y 2

Vicky Pélaez, Ana Montes, Althusser, el espionaje y La Matraca Canalla.  1


02 de julio de 2010
Por Aquiles Julián. 

Aquiles JuliánSuele divertirme el hecho de que sólo en los seriales de televisión (v.g. The Agency), el cine de Hollywood y las publicaciones que responden a estrategias de desinformación totalitarias, la inepta Central de Inteligencia Americana, CIA, aparece como una eficiente, artera, singularmente brillante, ominosa y recursiva organización de espionaje, sobre todo dedicada a letales operaciones encubiertas de milimétrica efectividad. En los hechos, ha sido increíblemente incompetente y, de paso, ha hecho mucho más daño que bien a su propio país.
Un libro como Legado de Cenizas, la estupenda historia de la CIA del ganador del premio Pulitzer, el periodista de The New York Times Tim Weiner, que obtuvo el National Book Award de no-ficción en los Estados Unidos, es un tragicómico inventario de los desaciertos, desenfoques, engreimientos y tonterías de ingenios capaces de dedicarse a maquinar formas de tornar lampiño o por lo menos despojar químicamente de su barba a Fidel Castro, convencidos de que la fiebre estaba en la barba, como hubo de confesar el ex- analista de la CIA lBrian Latell
 en su cándido libro Después de Fidel.
Distinto es el caso del poderoso rival interno de la CIA que es el Buró Federal de Investigaciones, el FBI. Su larga experiencia de lucha contra el crimen organizado, la intrincada malla legal que soporta el aparato judicial norteamericano y el cúmulo de evidencias que hay que reunir para “armar un caso” antes de proceder al sometimiento del inculpado le hacen quizás la mejor organización policial del mundo. Y es el FBI sobre todo el organismo que se encarga del contraespionaje y la seguridad interna, dentro de los múltiples organismos de inteligencia y contrainteligencia que mantiene el Estado norteamericano, útiles sobre todo para dar a los guionistas material para sus seriales y películas.
Vicky Peláez y la Matraca Canalla
Durante 20 años, ¡dos décadas!, mantuvieron vigilancia sobre una serie de individuos que servían a los organismos de inteligencia rusos. Acumularon pacientemente pruebas: conversaciones, fotos, documentos, etc., y ahora han procedido a desmantelar la red y a encarcelar a los participantes. Uno de ellos que escapó, lo detuvieron en Chipre, de camino a la Madre Patria, de seguro. En uno de esos tecnicismos legales que escapan a toda lógica, le pusieron fianza y el espía la pagó… ¡y se evaporó! (¿Qué esperaban? ¿Qué aguardara a su repatriación? ¿No era huyendo desesperado que andaba por Chipre?).
Como el caso involucra a una periodista nacionalizada norteamericana de origen peruano (no a una periodista peruana, pues cambió voluntariamente de nacionalidad), conocida por sus abiertas y declaradas simpatías hacia las FARC colombianas, la dictadura militar de los Castro, y los regímenes que el presidente Correa, del Ecuador, definió como “de izquierda radical”: Ortega, de Nicaragua; Evo Morales, de Bolivia y, sobre todo, Chávez, de Venezuela, el caso es interesante para evaluar el mecanismo que llamo normalmente La Matraca Canalla: el aparato de desinformación, calumnia, manipulación de opinión, denostación y apabullamiento que se montó en tiempos de Lenín, creció y se agigantó en tiempos de Stalin y fue duplicado religiosamente por cada Estado totalitario estalinista.
La guerra de opinión pública es un fenómeno típico de las sociedades democráticas. En los países totalitarios sólo se escucha una campana: la oficial, y cualquier atisbo de buscar información por otras fuentes es reprimido penalmente de manera inmisericorde. El control de la información es una meta perseguida a fondo por los amos del Poder. No hay periodismo ni prensa, intelectuales ni periodistas: todos son empleados del Estado y, la mayoría, agentes de los organismos de seguridad.
Así, se suele evaluar a dichas sociedades con categorías, conceptos y definiciones propias de las sociedades democráticas, lo cual es un disparate. Donde un país como República Dominicana tiene un embajador (puesto decorativo que se otorga como canonjía para figureo y sin ninguna función útil para el país), Cuba tiene a un espía con tareas específicas. ¿Acaso el primer “embajador” cubano en República Dominicana no fue el responsable de espionaje asignado a nuestro país por la Seguridad cubana durante años, el esbirro Omar Córdoba Rivas, que antes de que se le legalizara su cobertura solía venir en todo tipo de delegación, sea artística, sea deportiva, etc., al país a cumplir sus tareas de contacto e infiltración, desde los años de presidencia del Dr. Balaguer?
Los aparatos de Althusser 
Un “filósofo” prototalitario francés, Louis Althusser, cuyo desvarío le llevó a estrangular a su propia esposa, puso de moda el concepto de “aparatos ideológicos del Estado”. Y ese concepto es útil para ir desenredando la madeja de este caso y entenderlo. Sobre todo, para explicarnos ciertas acciones que se montan a toda velocidad, ciertas reacciones en que quieren comprometer a los ingenuos contestatarios de siempre, cierta evidencia de la culpabilidad de los involucrados.
¿Qué son los aparatos ideológicos del Estado según Althusser? Son las instituciones que según dicho señor contribuyen a “la reproducción de las condiciones de producción”, que en lenguaje distinto a la jerga totalitaria significa la continuidad de la sociedad, del modelo social y las relaciones entre sus distintos sectores. Según Althusser, estos aparatos no operan mediante la violencia, como el Estado, sino mediante la ideología (influyendo en la manera de pensar, entender y explicar la realidad que los individuos emplean consigo mismo y con los demás). Estos aparatos, que los totalitarios colocan como prioridad penetrar, controlar y influir, son los siguientes:
· El sistema de iglesias
· El escolar, incluyendo el privado y las universidades
· El familiar
· El jurídico
· El político, con los distintos partidos y organizaciones civiles
· El sindical
· Los medios de comunicación
· El cultural, incluyendo deportes, artes, literatura, etc., con sus instituciones, medios, asociaciones, etc.
En mi país, República Dominicana, los grupos totalitarios que se autocalifican de“izquierda” fueron instruidos por sus financiadores externos (rusos, cubanos, chinos, albaneses y coreanos) para que infiltraran y capitalizaran la prensa, la iglesia, las escuelas y universidades y las asociaciones y federaciones, los grupos que crean opinión pública, etc., con el fin de instrumentalizarlas en función de construir una percepción prototalitaria y antinorteamericana. Y el éxito ha sido apabullante.
La extensión de ideas, conceptos y visiones prototalitarias, aceptadas como buenas y válidas, cubre a casi el 100% de la sociedad. Disparates como que Jesús fue el primer comunista son dichos por sacerdotes, pastores evangélicos y creyentes ingenuos. No saben lo que dicen, pero sirve para constatar la deformación política imperante y la gravedad del mal. Se ha creado una proclividad pro totalitaria en que mansos burócratas de toda la vida, sedentarios profesionales citadinos y empleados públicos y privados que no matan ni a una mosca, se sienten emocionalmente identificados con Fidel Castro y el Che Guevara y claman en sus momentos de frustración porque aparezca “alguien” (no ellos, no: un mesías providencial, un vengador inesperado, un ángel exterminador a su gusto) que meta a los demás en cintura.
Es claro que ellos nunca piensan en el chuchazo que les tocará. En los que padecen fantasías totalitarias siempre ellos son o están de parte del pie que calza la bota que patea y pisotea; nunca se piensan como los infortunados propietarios del trasero que recibe la patada o dueños del rostro aperruchado entre la ruda suela de la goma y el áspero piso. Nunca se saben víctimas.
Como la conducta exterior de los Estados Unidos ha sido mayormente irrespetuosa de la independencia y soberanía nacionales latinoamericanas: prepotente, aprovechada, esquilmadora y abusiva, cada país cuenta con ejemplos más que suficientes para promover una actitud de resentimiento y malestar, convenientemente abonada y salpicada de ejemplos seleccionados y bien adobados y exagerados. Y como nuestros países, salvo Cuba, no han padecido el extremadamente peor imperialismo soviético, cualquier referencia a conductas imperialistas exclusivamente se adjudica al comportamiento de los distintos gobiernos norteamericanos.
La nueva estrella del espionaje 
Vicky Peláez venía desde Perú vinculándose a los extremistas. Un oscuro incidente en 1984 en que aparentemente se fingió un “secuestro” de ella y su camarógrafo, que trabajaban para el Canal 2 (hoy Frecuencia Latina), por los guerrilleros del autodenominado Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA), para forzar radiodifundir un comunicado instando a la subversión, fue puesto en dudas por especialistas en seguridad y analistas políticos.
Los propietarios del Canal la despidieron bajo el criterio de que dicho “secuestro” fue un montaje, una cita concertada con los comandos del MRTA que luego Peláez maquilló . Cuando la policía peruana se dispuso a investigar el hecho, Vicky Peláez se exilió en los Estados Unidos como “refugiada”. ¿Fue dicho “secuestro” una oportuna estrategia para facilitar la infiltración de Vicky Peláez en los Estados Unidos, con la fachada de periodista latinoamericana que huye para salvar la vida?
En los Estados Unidos entra en el staff periodístico de El Diario-La Prensa, en New York. Allí escribe una columna semanal pro castrista y se dice que llegó a participar en una marcha junto a personeros del grupo terrorista peruano Sendero Luminoso en los Estados Unidos. Eso decía claramente qué opciones ella había escogido. El caso es que la Peláez adoptó una fachada bien conveniente: el “periodismo”, se insertó con éxito en uno de los más influyentes aparatos ideológicos del Estado para formar opinión, y deformar y malinformar también y, sobre todo, en función de las guías proporcionadas por sus aparatos de control.
La fachada elegida: periodista “de izquierda”, “contestataria”, “crítica”, le permitía promover puntos de vista, gobernantes y regímenes a su gusto: dictatoriales, pro totalitarios, comunistas, protocomunistas o, como el presidente del Ecuador Correa proclamó ufano: “de izquierda radical”, a la vez que la emprendía contra los regímenes y gobernantes que no se plegaban y resistían el encanto petrolero de Chávez o el parloteo senil de los Castro. Y sobre todo, al monstruo en primera plana: los Estados Unidos.
Aprovechando y abusando de la liberalidad norteamericana, país en que vivió por los últimos 20 años, cuya nacionalidad oportunistamente adoptó y por cuyos medios se expresó, Vicky Peláez se ocupó de granjearle a los Estados Unidos nuevos enemigos, tanto dentro de la comunidad hispana inmigrante que se sienten hostigados, no aceptados, perseguidos y maltratados o discriminados tanto laboral, como cultural, social y racialmente, y por ende, tiene predisposición al encono contra el país en que eligieron residir (y si no le gusta y tan mal le tratan ¿qué hace allá?), sino también y sobre todo, fuera de los Estados Unidos.
Sus “análisis” y “enfoques”, reproducidos por los medios que los Castro, Chávez y demás gobernantes “de la izquierda radical” controlan, servían para justificar y fundamentar las opiniones antinorteamericanas, antidemocráticas y pro totalitarias; enaltecer y distinguir a los excéntricos y pintorescos caudillos de la nueva ola antidemocrática que muestra nuestra inmadurez política y nuestra inveterada tendencia a optar por el salvador providencial, el caudillo de mano dura que se adueña del poder y hace y deshace con total impunidad, que destruye las oportunidades, la economía y las posibilidades de progreso del país en cuestión. Mismos que aprovechan a las Vicky Peláez y demás bocinas para explicar que sus fracasos no son tales, sino consecuencias de una infame y disimulada agresión del imperialismo, como todos sabemos que debió suceder en el caso de las más de 100 toneladas de alimentos dejados podrir por los burócratas chavistas, mientras Venezuela padece desabastecimiento y escasez de alimentos.
Es una pieza en la guerra ideológica, en el permanente interés en desacreditar los modelos de economía de mercado, de libertad de empresa, de elecciones libres y alternabilidad en el poder, libertades ciudadanas, respeto por las minorías y pluralidad de partidos, respeto a los derechos de creencias, asociación, expresión, etc., el modelo de organización social menos malo de todos los que la humanidad ha ensayado en su larguísima historia de desaciertos y extravíos, que hoy prevalece en mayor o menor grado, en la mayoría de los Estados americanos, con la vergonzosa excepción de la dictadura militar cubana y al que todo el aparataje de desinformación, calumnias, deformación, descrédito y enaltecimiento que se agrupa en lo que suelo denominar La Matraca Canalla, y de la que Vicky Peláez forma parte, se dedica a vilipendiar.
Las tareas del espionaje 
En cualquier país, a las diferentes redes de espías se les asignan distintas tareas: recopilación de información de inteligencia, espionaje industrial, desinformación e influencia en la opinión pública, construcción de redes y reclutamiento, operaciones encubiertas, sabotaje, infiltración, etc.
Nosotros, país al que el mismísimo Omar Córdoba señaló eufemísticamente como importante para la Inteligencia cubana, tenemos un aparato de espionaje cultivado por años cuyas ramificaciones abarcan a todos los estamentos de la sociedad. ¿Cómo uno se da cuenta? ¡Por sus manifestaciones! Eso incluye grupos de matones dirigidos tras bambalinas para la acción directa que han agredido a artistas como Zoé Valdez y se dedican a sabotear y anarquizar cualquier acto que cuestione la tiranía de los Castro. No digamos la estructura de desinformación, calumnia, agresión verbal y creación de opinión pública que mantienen en todos los medios audiovisuales y escritos, así como en instituciones educativas y dentro del mismísimo gobierno dominicano.
Una de las principales acciones de los organismos de seguridad es montar en los distintos países en que operen La Matraca Canalla: reclutar, coordinar y emplear una vociferante red de agentes pagados, colaboradores, tontos útiles y hasta tontos inútiles que reproduzcan, amplifiquen, divulguen, repitan, transformen en “verdad” conveniente las consignas que se les mande.
La mejor historia que conozco sobre el origen de La Matraca Canalla es la de Stephen Koch, profesor de la universidad de Columbia, Estados Unidos, El fin de la inocencia. Willi Münzenberg y la seducción de los intelectuales. El libro es una joya. La instrumentalización de artistas, intelectuales, periodistas y personalidades para hacer potable el cruento régimen de Lenin y luego de Stalin, justificar sus acciones, acarrearles recursos, pintarlos de manera atractiva, y aislar y desacreditar a quienes se les oponían, además de proporcionar fachadas y facilidades para las tareas de espionaje. En Inglaterra, Francia y en los Estados Unidos llegaron al extremo de penetrar y controlar a los mismos organismos de inteligencia y contrainteligencia, así como a manejar a incautos intelectuales pagados de sí mismos que fueron marionetas risibles de las estructuras siniestras montadas por los estalinistas, gente como Ernest Hemingway, H.G. Wells, Lillian Herman, Dashiell Hammett, el grupo de Bloomsbury, Louis Aragon, Paul Eluard, Paul Nizan, Sinclair Lewis, John Dos Passos, Clifford Odets, Theodore Dreiser, Bertrand Russell, Henrich Mann, Romain Rolland, unos toda su vida y otros en una parte de ellas, fueron instrumentalizadas por los estalinistas y colaboraron gustosamente en ornamentar y abrillantar una dictadura falaz y criminal, inmoral y violenta.
La superioridad rusa en espionaje 
Los rusos venían con una larguísima tradición de espionaje, a diferencia de los norteamericanos que vinieron a establecer su primera agencia de espionaje, la Oficina de Servicios Estratégicos, OSS por sus siglas en inglés, en fecha tan tardía como 1942, por las urgencias de información de inteligencia derivadas de su integración en la Segunda Guerra Mundial, antecedente de lo que luego derivó en la CIA.
Ya en tiempos de los zares, la Ojrana, la policía política zarista, tuvo entre sus notables éxitos la infiltración de un agente que alcanzó a ser el vocero de la fracción bolchevique en la Duma (parlamento) y miembro destacado y apreciado por Lenin de la más alta dirección bolchevique: Roman Malinowski. Sólo cuando los bolcheviques se apoderaron mediante el putch de octubre del poder y accedieron a los archivos de la Ojrana el papel de Malinowski fue develado. Dicen que cuando lo asesinaron, sus asesinos lloraban; así era el grado de aprecio que le tenían. Otro que estuvo vinculado igualmente a la Ojranafue Iosif Djugachvili, alias Stalin. El grado de involucramiento se desconoce, pero por lo menos se sabe que filtraba información oportuna para deshacerse de competidores dentro de la secta y para el hecho, recomiendo a los interesados leerse el formidable libro The Secret File of Joseph Stalin. A hidden life, escrito por Roman Brackman.
Esa estructura la heredaron los bolcheviques y reclutaron a agentes de la Ojrana que, como buenos policías, se integraron gustosos bajo sus nuevos patrones. Pasaron a la Cheka, cuyos cambios de nombres en nada deben hacernos ignorar de que es la misma institución; lo otro es simple cosmética: Stalin aprendió que la gente es tan ingenua que siente que si se le cambia el nombre a una institución, ya ella es otra cosa, así que fusilaba al encargado de turno, cambiaba el nombre a la institución y a seguir la fiesta.
Al desmantelarse aquel régimen absurdo e insostenible que fue durante 70 años la Unión Soviética, la KGB, cuyo titular se comprometió en un intento de dar un golpe de Estado para mantener el modelo soviético contra las legítimas aspiraciones de los pueblos esclavizados del imperio rojo, aguardó paciente su momento. Cambió de nombre, pero sus titulares retuvieron todo lo que pudieron salvar del colapso y, a la salida de Yelsin pusieron a uno de los suyos, el coronel de la inteligencia soviética Vladimir Putin, al frente del país.
Putin, para que nadie dudara de sus reales valores y opiniones, hizo restaurar la estatua del feroz Félix Dzerzhinsky en el frente de la Lubianka, el tenebroso edificio de la Seguridad soviética. Las redes de agentes que la KGB había pacientemente levantado y que, tras el desconcierto de principio de los años ´90 del siglo pasado fueron reactivadas por los nuevos amos, siguieron sirviendo en la nueva situación.
Los rusos, que entrenaron a la Inteligencia cubana, mostraron su eficacia como tutores. Uno de los éxitos del espionaje cubano fue reclutar a que fue la principal analista sobre Cuba de la Inteligencia norteamericana, Ana Belén Montes. Así, los informes y análisis que leían el presidente de Estados Unidos y los principales mandos y estructuras de seguridad norteamericana y les servían de referencia para diseñar y aplicar políticas hacia Cuba, eran redactados y controlados en sus lineamientos base por las astutosapparatchiks del espionaje cubano. ¿Imaginan una situación más surrealista?

Vicky Peláez, Ana Montes, Althusser, el espionaje y La Matraca Canalla 2 


Por Aquiles Julián.
13 de julio de 2010
Al pasar de los días, tras la inesperada detención de la “periodistaVicky Peláez (en realidad, propagandista, pues en nada era imparcial y apegada a los hechos, sino promotora militante de un punto de vista por el cual ofrecía una visión sesgada, en que sólo destacaba los datos que justificaban y apuntalaban su enfoque, buscando influir, permear y definir una manera de ver las cosas útil para los intereses que ella defendía y para los que trabajaba), el aparato siniestro de desinformación, calumnia, distorsión, mentiras, denostación y guerra ideológica que califico como La Matraca Canalla ha estado bien activo en buscar desacreditar la acusación contra la señora Peláez (¿o Lázaro?), victimizarla presentándola como una periodista agredida por su “independencia” (¿cuál?), generar una percepción de que el Estado norteamericano se ensaña con una persona porque le critica y fomentar un mayor odio hacia los Estados Unidos, llenándolo de todo tipo de improperio y apelando al nacionalismo y a cualquier sentimiento noble en las personas, salvo que la intención es innoble.
Así, el caso de Vicky Peláez es útil para mostrarnos a La Matraca Canalla en acción, ver cómo procede, evidenciar quiénes se suman por obligación (son sus agentes pagados), por voluntad (fanáticos convencidos de que cualquier cosa que hagan las instituciones, el gobierno y el Estado norteamericano que no sea rendirse, subordinarse a los Castro o a Kim Jong Il o autodestruirse y dejarles vía franca para imponer el delirio totalitario en el mundo es malo) y esa amplia madeja de cándidos, ingenuos, idiotas y tontos de capirote que se tragan cualquier cosa siempre que les ayude a presentarse como “críticos del sistema”, “progresistas”,”, “partidarios del futuro”, “heraldos del alba” (¿o del ALBA?), “precursores del porvenir” y demás autoconceptos que demuestran la melcocha mental en que justifica su cretinismo político y moral la progresía de todo pelaje.
El origen de La Matraca Canalla 
El montaje de La Matraca Canalla es, sin dudas, el mayor acierto en política exterior de Vladimir Lenin. Stephen Koch, en su valiosísimo estudio de La Matraca“El fin de la inocencia. Willi Münzenberg y la seducción de los intelectuales” (Double Lives. Stalin, Willi Münzenberg and the Seduction of the Intellectuals), señala que “El acontecimiento que finalmente obligó a Lenin a encargar a Münzenberg la tarea de manipular la opinión pública burguesa occidental fue el hambre”.
Efectivamente, la ineptitud, mediocridad y medidas erráticas puestas en ejecución por los bolcheviques produjeron que un imperio que “había sido desde tiempos inmemoriales uno de los principales exportadores agrícolas del mundo” colapsara en su producción agrícola y se produjeran espantosas hambrunas que ocasionaron cientos de miles de víctimas y episodios horripilantes de canibalismo.
Robert Payne reseña, en su biografía de Lenin “The life and death of Lenin” que la actitud observada por Lenin frente a la hambruna era “curiosamente remota, fría y desinteresada”. En aquel momento, Karl Radek, uno de sus colaboradores a cargo de las operaciones internacionales, el Kominstern (Internacional comunista), recomendó insistentemente a Lenin lanzar una campaña propagandística internacional. Y le señaló que Münzenberg era el hombre indicado para tal tarea.
Lenin escuchó a Radek y poco tiempo después Willi Münzenberg estaba sentado en uno de los sofás de cuero frente al escritorio de Lenin. El líder bolchevique le describió la situación y le advirtió que “ninguna ayuda humanitaria podía esperarse de Occidente”.Pero Lenin estaba equivocado. En Rusia se estableció un Comité Ruso de Ayuda contra el Hambre que presidía Máximo Gorki e incluía alrededor de 50 intelectuales no bolcheviques. El comité hizo un llamamiento público. A escasos diez días de iniciada la campaña grandes cantidades de provisiones llegaban a Rusia.
Y Koch reseña algo importante: “El éxito del llamamiento de Gorki enfureció y mortificó a Lenin. Durante años, se negó a reconocer oficialmente que algo semejante hubiera sucedido”. Y quien más aportó fue la Administración de Ayuda Americana dirigida por Herbert Hoover, que luego fuera presidente de Estados Unidos.
¿Cuál fue la respuesta de Lenin frente al éxito alcanzado y la respuesta humanitaria obtenida? Veamos lo que nos cuenta Koch: “Cuando el comité celebró su tercera reunión, Kamenev se aseguró de que Gorki y sus hombres no estuvieran presentes; luego rodeó el edificio de coches policiales y ordenó que la Cheka entrase en la sala mostrando sus armas. Fueron arrestados todos los no bolcheviques presentes y llevados a la Lubyanka. Algunos fueron puestos en libertad; otros, incluidos el novelista Bulgakov y Alexandra, la hija de Tolstoi, fueron sumariamente condenados a muerte. Por supuesto, esta gente, incluso para los bolcheviques, no había cometido ningún delito. El mismo Lenin admitió: “Conocemos perfectamente la lealtad del comité, pero nos fue necesario destruirlo por razones políticas”. El cinismo de Lenin alcanzó aquí una de sus más altas cotas.
Münzenberg fundó el Socorro Rojo Internacional, un frente que no sólo servía para obtener recursos para los bolcheviques; también fue una efectiva tapadera para el espionaje ruso.
La tarea de desacreditar a los Estados Unidos 
Para la década del ´20 del siglo pasado, frente al espejismo revolucionario se alzaba un contrincante: el sueño americano. Y pasada la hambruna, a Münzenberg se le asignó una nueva tarea: desacreditar a los Estados Unidos.
Stephen Koch señala que “Para el proletariado de 1925, el principal polo de atracción opuesto al mito revolucionario era, de lejos, la idea de América. Esa visión, la noción de un país de inmigrantes, la Puerta Dorada, la Tierra de la Oportunidad, se convirtió en el blanco de la Internacional. Para los bolcheviques, se trataba de la verdadera amenaza americana”. Y la tarea de desacreditar la política y la cultura norteamericanas fue una prioridad para el aparato que Münzenberg estaba creando y conectaba con la estrategia internacional de los soviéticos.
He aquí el origen inicial de La Matraca Canalla. Y Koch la registra puntualmente: “la primera idea de Münzenberg fue crear y sostener una campaña mundial antiamericana que se concentraría en la mitología de su inmigración. El propósito era generar un odio reflexivo hacia Estados Unidos y su pueblo como condición prioritaria en las filas de la izquierda ilustrada. A fin de minar el mito de la Tierra de la Oportunidad, se mostraba a Estados Unidos como un país casi demencialmente xenófobo, letalmente hostil a los extranjeros”.
¿No era Vicky Peláez precisamente una militante activista de esta campaña ininterrumpida de pintar a los Estados Unidos como un país monstruoso, un depredador insaciable, un Estado criminal dominado por una élite sanguinaria y rapaz? Sin dudas, participaba de los objetivos de La Matraca Canalla, servía a sus creadores y operadores; era, en suma, una pieza del mecanismo, importante en tanto empleaba su posición en un periódico liberal para difundir entre la población hispana de los Estados Unidos sus deletéreos puntos de vista, disfrazándolos como periodismo independiente y crítico, cuando era en realidad, propaganda interesada en contra del país que la acogía generosamente y a favor de los enemigos a muerte del país, su modelo de gobierno, su economía y todo lo que representa en el mundo.
Desde Sacco y Vanzetti hasta hoy 
Destruir la idea de Estados Unidos (América) como una tierra de oportunidad donde el trabajo duro, la iniciativa y la perseverancia rinden sus frutos, de manera que no compitiera con la idea de un Estado dirigido por obreros y en que sólo los trabajadores dominaban (la utopía socialista que enmascaró un régimen en que los obreros fueron bestialmente explotados y, cuando se rebelaban, inmisericordemente masacrados), fue y sigue siendo un objetivo vigente.
El caso de los inmigrantes anarquistas Sacco y Vanzetti. Como Babette Gross, la viuda de Münzenberg confesó décadas después a Stephen Koch, todo el aparataje montado para aprovechar el juicio contra los inmigrantes italianos Ferdinando Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti, juzgados y condenados a muerte por su implicación en un atraco a mano armada en South Braintree, Massachussetts, en que murieron Frederick Parmenter, encargado de la nómina gubernamental, y el guardián Alessandro Berardelli “fue una idea de Münzenberg”.
El caso Sacco y Vanzetti fue el primer esfuerzo coordinado del nuevo aparato de guerra ideológica para enlodar y levantar indignación en contra de Norteamérica y sus instituciones. Y abarcó al mundo entero.
Concentraciones de protesta, telegramas, ataques despiadados contra el stablishment, llamamientos para recaudar fondos para la “defensa y protección” de Sacco y Vanzetti (de los que no vieron un centavo los acusados), comités de defensa, toneladas de artículos y montones de discursos, cartas de protestas, apedreamientos de consulados y embajadas, amenazas de muerte a cónsules si Sacco y Vanzetti eran ejecutados, vigilias multitudinarias, poemas, canciones… Todo un arsenal de recursos propagandísticos se puso en ejecución para transmitir la idea de que los Estados Unidos eran un país xenófobo que odiaba a los inmigrantes pobres llegados a sus costas.
Cuando el caso logró su clímax el día en que ambos fueron ejecutados, La Matraca de Münzenberg encontró otros temas recomendados por sus amos soviéticos, uno de ellos fue montar un movimiento internacional por la paz. Otro, el caso de los nueve jóvenes negros de Scottboro, Alabama, Estados Unidos, acusados y condenados a muerte por la supuesta violación de dos jóvenes blancas, a las que los médicos al examinar dictaminaron que no había ocurrido violación alguna. Las sentencias de muerte fueron revocadas; sin embargo, varios de los detenidos sufrieron largas penas.
Desacreditar a los Estados Unidos, poner en entredicho todas sus políticas e iniciativas, cuestionar la honorabilidad de sus instituciones y funcionarios, levantar suspicacia y recelo contra Norteamérica, incitar un odio feroz contra el pueblo, el Estado y lo que Estados Unidos simboliza en el mundo, exagerar sus errores y deficiencias, negar o minimizar sus logros, exaltar a sus enemigos y arrojar lodo contra sus símbolos, sembrar cizaña, estimular todo tipo de resentimiento y rechazo: esa tarea encomendaron a Münzenberg. Y en esa tarea está implicada hasta el cogote Vicky Peláez.
¿Periodista o propagandista? 
Un problema serio es aplicar conceptos propios de la democracia, la sociedad abierta y los sistemas de pluralismo político, a sociedades totalitarias, cerradas y de partido único.
En Cuba, por ejemplo, no hay periodistas ni hay intelectuales, salvos escasísimas y decorosas excepciones entre los disidentes políticos: todos son empleados públicos, dependientes y alabarderos de los Castro, amos de vidas y haciendas. Y todo título es fementido. Así, lo que aquí llamamos un embajador allí es un jefe de espías como lo era Omar Córdoba Rivas en República Dominicana. Y lo que aquí es un periodista allí es un vocero a sueldo de las directrices oficiales.
Esperamos de un periodista una exposición completa y ecuánime de hechos, un enfoque sobrio e independiente, una visión que nos lleve a una compresión mayor, documentada y cercana a la realidad, de los acontecimientos. Un propagandista, por el contrario, sólo nos muestra la parte conveniente de las cosas, interesados en manipular y controlar nuestra percepción eligiendo los estímulos y llevándonos a interpretarlos a su conveniencia.
Vicky Peláez, si tomamos en cuenta ambas definiciones, no era ni fue nunca una periodista: era una propagandista (ahora sabemos que bien paga), de la Inteligencia rusa para cumplir la tarea siempre vigente de echar lodo y levantar odio contra la sociedad, la cultura, el liderazgo político y las decisiones del gobierno norteamericano.
Las evidencias de su pertenencia al apparat 
¿Qué evidencias muestran de que Vicky Peláez era una agente del apparat? Su tarea de desinformar, mentir, deformar, distraer, ocultar y amplificar los puntos de vista interesados del extremismo y el totalitarismo, generándole enemigos a los Estados Unidos, levantando sospecha sobre sus políticas, su cultura, su régimen, sus líderes, etc., acumulando sobre ellos todo tipo de epíteto insultante, de acusación horrenda.
Así, las fotos del sanguinario “Presidente Gonzalo” en su escritorio, su justificación de los ataques del 11 de septiembre, su defensa acérrima de la tiranía militar de los Castro, su cándida explicación de que Cuba sólo exporta médicos (claro, porque ¿acaso el Che Guevara no era médico? Y de seguro los asesores militares, espías y demás apparatchiks cubanos en Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua son todos titulados de la escuela de medicina de La Habana), sus insultos y críticas a los gobiernos latinoamericanos que se resisten al eje castro-chavista y su odio visceral a los Estados Unidos son más que evidencias de su vínculo a La Matraca Canalla.
No era en nada una periodista crítica e independiente, algo siempre bienvenido, pues es preciso señalar, develar y evidenciar fallas, inconsecuencias, errores, faltas, violaciones, abusos, iniquidades, etc. Se necesita al periodista, pero ella no lo era, era una propagandista. Sólo veía las faltas (exagerándolas), de un solo lado. En el otro todo era nobleza, decencia, altruismo, construcción de la era luminosa, el advenimiento esperado por los pueblos del mundo del paraíso socialista con sus santones: los Castro, Chávez, Kim Jong Il y demás zaramagullones de la “izquierda radical”, según Correa.
¿Y al final, qué? Mientras La Matraca Canalla se lanzó a asegurar que la Peláez era perseguida por sus ideas (ignorando que pasó los ocho años del gobierno George W. Busch vomitando todo tipo de improperios contra el presidente del país que la acogió y contra el Estado y el pueblo que la aceptó y le concedió su ciudadanía y nadie la encarceló por ello), formaron comités, lanzaron la campaña mediática y se enardecieron acusando a más y mejor (y ahora podemos ver quiénes son copartícipes conscientes o inconscientes de La Matraca, incluyendo los innúmeros espacios en la red que sirven al montaje desinformativo y manipulador), el marido de la Peláez, supuesto uruguayo nacionalizado peruano resultó declarar que su nombre verdadero era ¡Mikhail Anatonoljevich Vasenkov! Aceptó su papel como espía y, por igual, Vicky Peláez se declaró “culpable de conspiración”, de “lavado de dinero”, “de reunirse con espías de la Federación Rusa en el Perú por indicación de su esposo” y de “llevar una carta con tinta invisible” y otras lindezas por el estilo.
Y esto no ha terminado 
En los Estados Unidos un fiscal declaró que la red de espías rusos apenas era “la punta del iceberg” y que había otras implicaciones.
Por otro lado, ¿resistirá la Peláez el silencio y vivir fuera de cámaras? Lo dudo.
Como conoce lo ingenua y cándida que es la progresía latinoamericana, al igual que la europea y, en general, toda esa variopinta mezcla de ingenuos, cretinos, bienintencionados, despistados y cándidos que Plinio Apuleyo Mendoza, Alvaro Vargas Llosa y Carlos Alberto Montaner han retratado magistralmente y tipificado como el típico “perfecto idiota latinoamericano”, ahora vendrá una elaborada explicación de “su calvario” y cómo inteligentemente escapó al plan siniestro del Imperio del Mal para silenciarla.
Y desde alguna tribuna encenderá de nuevo su galillo. ¿Le seguirá dictando Mikhail Anatonoljevich Vasenkov los artículos, como asegura el periodista Miguel A. Sánchez, que durante 15 años fue compañero de trabajo de ella en El Diario/La Prensa que ocurría con frecuencia, o los seguirá plagiando como también asegura Sánchez que la Peláez solía hacer? Bueno, si Vasenkov, quien ya pasa a retiro en la Madrecita Patria no lo hace, de seguro otros le sustituirán. Nunca faltará quien le dicte a Vicky Peláez sus artículos y quien la instrumentalice.
De tal “periodismo” y tales “periodistas” nos libre Dios.

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