julio 03, 2010

Peláez y el espionaje chicha

Por Juan Gargurevich

Columnista
Diario La Primera
03 de julio de 2010

El sábado 8 de diciembre de 1984, los periodistas de Canal 2 Vicky Peláez y Percy Raborg fueron secuestrados por un grupo armado del “Movimiento Revolucionario Túpac Amaru”. Pedían, para liberarlos, que se transmitiera un video en que los subversivos denunciaban que un grupo de sus militantes estaban siendo torturados por la Policía, entre otras cosas. El pedido se cumplió parcialmente y los periodistas quedaron libres al día siguiente.

El episodio confirmó la fama de la reportera cusqueña que había llamado la atención por su audacia y agresividad para obtener noticias. Era la estrella de “90 Segundos” que su director Ricardo Muller había convertido en sensacionalista.

Su pasión por ser la primera en arrancar una entrevista al paso de implicados en las historias de interés humano que prefería el canal, hizo que la motejaran como “la reportera erótica” por sus jadeos. Pero todos sabían que era la mejor para estar en el centro de cualquier huracán noticioso.

Se casó con un joven fotógrafo Uruguayo (que ahora dicen ha reconocido ser ruso) y marchó a los Estados Unidos porque este país le concedió asilo político. Peláez denunció, y seguramente, probó a los funcionarios estadounidenses locales, que era perseguida y hostigada por la policía en tiempos de Alan García.

Su visión crítica de la política norteamericana no era secreto para nadie. Y en los Estados Unidos encontró mayor espacio de expresión que en Lima, convirtiéndose así en una constante denunciante del sistema, de los políticos, a la vez de destacar por sus porfías por los derechos de las minorías, etc.

Sin duda Vicky Peláez no era grata para el sistema pero sus posibilidades de resquebrajarlo a columnazo limpio eran, como se imaginará, absolutamente escasas.

Ha vuelto a las primeras páginas nuestra colega acusada de trabajar para un país extranjero sin permiso y por el ingreso de 10 mil dólares sin declararlos. No vemos en ninguna parte acusación alguna de “espionaje”, actividad cinematográfica pasada de moda por lo menos entre los Estados Unidos y Rusia desde que cayó el Muro en 1989.

Lo de “espías” lo ha puesto el periodismo, no el FBI ni la CIA, organismos de inteligencia que por demás no son de lo mejor en cuestión de credibilidad (todavía buscan las Armas de Destrucción Masiva). Y llaman la atención los métodos tan anticuados de la presunta red: tinta invisible, pases de papelitos en la calle, transmisiones en onda corta, todo mismo años 50. Y leemos en un diario local que “se casaban entre ellos y tenían hijos”. Era, se dice, una red “de segunda”, una especie de “espías chicha”, digamos.

Pero Vicky Peláez, cuyo esposo la ha inculpado, según la fiscalía, está viviendo una pesadilla que ojalá termine pronto.

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