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julio 02, 2010

Zapatazos de despedida al gobierno Bush

Extraído de aquí
Por Vicky Peláez
30 de diciembre de 2008
Publicado originalmente en El Diario NY

"Cínico, el hombre que sabe el precio de todo y el valor de nada" -- Oscar Wilde
Decía el filósofo sardo José de Maistre que “los pueblos tienen los gobiernos que merecen”. Sin embargo existen tipos de gobierno que ningún pueblo, por más ignorante y sumiso que sea, los merece. Tampoco Norteamérica, por muy cegada en su adoración a don dinero que le ha hecho desterrar la compasión, se merecía el gobierno de Bush- Cheney, cuyo cinismo y avaricia llevaron al país a la actual recesión económica que está golpeando sin piedad a cada habitante de esta nación.

Los ocho años de los halcones en el poder hicieron esfumar toda esperanza de prosperidad, paz y seguridad, no solamente de EE.UU. sino de todo el planeta, y todo por el siniestro proyecto de crear el “caos constructivo” en el mundo para satisfacer sus ambiciones imperiales.

Usaron la mentira con el completo apoyo de los medios de comunicación y lavaron el cerebro del pueblo que aceptó los mitos, cerrando los ojos a la verdad para no molestar su conciencia y seguir con su pasión consumidora. Es decir, tanto gobernantes y súbditos entraron de lleno en el vicio del cinismo. Si Bush decía que estaba en comunicación permanente con Dios y que éste le estaba guiando en sus decisiones, el pueblo daba la apariencia que tomaba en serio los delirios de su presidente “iluminado”. Los que se atrevían a decir la verdad inmediatamente eran tachados por el sistema como posibles enemigos.

El cinismo llegó a tal extremo que la destrucción, mutilación de niños, ancianos, mujeres y hombres captaba su atención, ni siquiera la muerte de más de 4,500 soldados norteamericanos en Irak y Afganistán, o el suicidio de tantos veteranos de estas guerras los conmovió. Realmente, la pregunta del rey Lear formulada por Shakespeare: “¿Se ha desterrado de este mundo la compasión?” refleja la actual vida. Esto explica por qué todo el mundo calló cuando el ex secretario asistente del Departamento de Defensa, Frank Gaffney declaró que los “más de 4,000 soldados que murieron en Irak tenían que morir porque consideramos que Irak representaba un peligro mortal para Estados Unidos”.

El vicepresidente Dick Cheney, hombre de Halliburton, no se quedó atrás. Recientemente declaró que “hubiera sido inmoral y falta de ética no usar la tortura para proteger la seguridad nacional de EE.UU. y vidas de los soldados norteamericanos”. A la vez la secretaria de Estado Condoleezza Rice, cabildera de Chevron, dijo que como “científica política me siento orgullosa de invadir Irak y liberar a su pueblo”.

Bush, insultando la inteligencia del mundo, también mintió a diestra y siniestra con la venia de allegados y el silencio de la población. Tenía que ser un iraquí para mostrar el desprecio y rechazo al cinismo de este mandatario norteamericano. Fueron los dos zapatos que le tiró el colega shiita Muntadhar al Zaidi en la conferencia de prensa en Bagdad gritándole: “Este es el beso de despedida para ti, perro”, al lanzarle el primero, y “este es por los niños, mujeres y hombres muertos en Irak” cuando lanzaba el segundo.

Los zapatazos de al-Zaidi ya se convirtieron en símbolo del repudio mundial a la política de Bush y ójala que Barack Obama saque las conclusiones de esto.

Vicky.pelaez@eldiariony.com

En el quinquenio de la Guerra del Petróleo

Extraído de Aquí
25 de marzo de 2008
Por Vicky Pelaez
Publicado originalmente en El Diario/La Prensa de NY

“Cuántas muertes más habrán de tomarse para que sean ya demasiadas.—Bertold Brecht
En su reciente teleconferencia con los militares norteamericanos acantonados en Afganistán, George W. Bush —quien estaba sentado cómodamente en su sillón de presidente— dijo visiblemente emocionado e inspirado: “Les tengo envidia. Pienso que si hubiera sido más joven y no estuviera en la Casa Blanca, estaría con ustedes compartiendo su fantástica experiencia en el campo de batalla. Debe ser excitante y hasta romántico enfrentarse al peligro”. Si para Bush y su “Darth Vader” —Dick Cheney, la guerra es excitante, no lo es definitivamente para los más de 160,000 soldados norteamericanos que han usado sus armas matando a diestra y siniestra, incluyendo inocentes civiles, y de paso derramando su propia sangre en enfrentamientos con los insurgentes.

Tan olvidadizo es este presidente “romántico” que no se acordó que en su juventud y siendo piloto militar, hizo todo lo posible con la ayuda de su papá senador para evadir el servicio militar en Vietnam y retirarse antes del tiempo reglamentario de la Guardia Nacional. Los 56,000 jóvenes norteamericanos que murieron en Vietnam no tuvieron la suerte de tener un padre poderoso y seguir disfrutando de la vida como lo hizo el joven Bush.

La historia se repite otra vez. De acuerdo a la agencia británica Opinion Research Business (ORB), en estos cinco años de guerra sin fin, más de 4,000 soldados norteamericanos, 1,000 mercenarios (contratistas) y unos 200 británicos perecieron en Irak, y más de 400 en Afganistán. Ha aumentado el número de soldados que se han suicidado, lo que eleva el número real de muertos norteamericanos. ¿Y cuántos indocumentados han muerto? Solamente el Pentágono lo sabe.

Como dice la periodista italiana Giuliana Sgrena, quien fuera secuestrada en Irak, “si los muertos no se cuentan, no existen. En los Estados Unidos ni siquiera se pueden ver los ataúdes que llegan desde Bagdad. Y si no se ven los ataúdes, los cadáveres también son invisibles”. Tampoco se ven los heridos. De los 750,000 soldados que pasaron a la reserva, 65,000 regresaron heridos; y hay muchos más que necesitan atención médica permanente y ayuda siquiátrica. Mientras tanto el “romántico y compasivo” presidente ordena recortar el presupuesto del Departamento de Veteranos, ¡tan grande es su amor al prójimo!

El sufrimiento de padres norteamericanos que perdieron a sus hijos queda chico si lo comparamos con la tragedia del pueblo iraquí que perdió 1,220,580 de sus hijos, madres, padres, nietos y abuelos. Desde que EE.UU. invadió a Irak, en marzo de 2003, más de 4,700,000 personas perdieron sus casas, 2,200,000 se escaparon al extranjero, de ellos 40 por ciento eran de la clase media, y 2,500,000 se convirtieron en refugiados internos. Los cadáveres llenaron las calles de Bagdad. Fueron asesinados más de 2,000 doctores, 1,500 científicos, 210 abogados y jueces, 282 periodistas y 330 maestros. La gente vive aterrorizada y en precarias condiciones económicas. Un 50 por ciento de niños menores de cinco años sufren de malnutrición y todo el servicio público ha colapsado. Este es el precio que paga el pueblo iraquí por la Guerra del Petróleo de Bush.

Sin embargo, la guerra siempre ha producido un efecto bumerán. Durante la guerra de Vietnam, EE.UU. se desgastó tanto que tuvo que imprimir más dólares que el respaldo de las reservas de oro le permitía y así en 1971 se derrumbó el sistema financiero. El gasto de esta guerra, calculada en 5 millones de millones de dólares ya superó al de Vietnam. La actual crisis económica es su producto y el precio lo pagará el pueblo norteamericano durante mucho tiempo, mientras Bush y Cheney descansarán plácidamente en sus ranchos.

vicky.pelaez@eldiariony.com